viernes, 22 de febrero de 2013

Nevermora



"Mírenme, soy feliz
entre las hojas que cantan"
Canción del jardinero

Se detuvo en una ramita
y me dijo: "nevermore".

Pero no era el cuervo de Poe:
era una Reina Mora:
la diosa de la flora
me ha dejado sin fauna.

Ahora vive en el horizonte
plutónico, que dibujan sus alas abiertas.

Yo cada tanto desalmo las margaritas
                                (¿me olvidó mucho...
                                                         poquito...
                                                                nada?)
por si alguna da en el clavo
y abre o cierra este jardín/ataúd.

Finalmente, antes de irse
bebe de la fuente de mis deseos
entreabre sus alas
y me echa a volar.

viernes, 26 de octubre de 2012

8.30 a.m.



–Diculpame, ¿tenés hora? –preguntó la chica del tatuaje del trébol en la espalda.
–No, pero espera que pregunto. –retrucó el caballero que, como todo caballero, se dispuso a auxiliar a aquella mujer. –Disculpe señor, sí, usted señor, ¿tiene hora?
–A ver... no, tal parece que me he olvidado el reloj. –contesto el señor del maletín rojo y se quedó ahí parado, como si hiciera causa común con la chica del tatuaje y el caballero.
Ambos tres se decidieron a encontrar la solución. Y recibieron respuestas, tal vez no las apropiadas, pero bueno, en estos tiempos ya era un logro que alguien te responda una pregunta.


"No tengo hora, pero tengo un reloj, hermoso, sin pilas ¿quiere verlo?" le respondieron al caballero.


"No bombón, pero tengo otra cosa" le respondieron a la chica del trébol.


"No señor, discúlpeme. ¡Pero que bonito maletín tiene! ¿puedo verlo?" le respondieron al señor del maletín rojo.


Y esas fueron, sólo por citar algunas, las repuestas que obtuvieron. De todas maneras, y para ser justos con los hechos, todas aquellas personas se quedaron juntas y ya hacían un número interesante, tanto que algunos se vieron obligados a aguardar bajo la calle.
Entonces, tenemos a la chica del tatuaje, al caballero, al del maletín rojo, al del reloj sin pilas, al piropeador solitario y al que le gustaba el maletín del señor del maletín rojo, entre otros muchos que se iban sumando conforme todos iban preguntando la hora. La estación Lacroze era un panal de abejas danzando unas con otras buscando develar la incógnita.
Lo bueno era que todos teorizaban o inventaban alguna explicación, en una de esas se metió un matemático o un físico (no podría distinguirlos) y dijo:


–Yo podría calcular qué hora es midiendo el ángulo que dibuja la proyección de la sombra del tacho de basura aquel –dijo muy solemne el físico/matemático.


Pero ocurrió casi lo mismo que con el reloj sin pilas, la calculadora que tenía era de energía solar y casualmente era un día de lo más nublado... Tampoco tenía un metro para poder medir la proyección de la sombra.
Entonces, algunos corrieron desesperados a pedir pilas para el reloj, otros a seguir pidiendo la hora y otros ensayaron danzas de la lluvia, supongo que para que una vez que llueva el sol salga de su descanso e ilumine las celdas fotovoltaicas que presumía la calculadora del físico/matemático. Sin dudas, de todas las posibles salidas, esta última era la más complicada e innecesaria pero sin dudas la más divertida.
A otro –creo que al piropeador solitario– se le ocurrió dejar de mirar a la del tatuaje y fijarse en el horario de los trenes, vio que llegaba uno e intento encontrarlo en la gran estructura de metal que estaba sobre la boletería, pero no tuvo suerte (como con la chica), la grilla era tan grande que nada podía asegurar si se trataba del tren de las 8.45am o en realidad era el de las 11.30am. Habiendo dicho esto tengo que mencionar que tampoco los guardas podían saberlo.
Con la formación recién llegada un grupo de insurgentes encabezados por el señor del reloj sin pilas se dispusieron a atacar deliberadamente a los recién llegados, desesperados buscaban en los boletos alguna marca horaria que permitiera conocer la hora, esta actividad que roza la epistemología tampoco llego a buen puerto. Fuera de algunas peleas aisladas con los usuarios que prácticamente se sentían acosados por aquellos muchachos, los boletos que pudieron sustraer mostraban horarios de los más diversos, la franja horaria de los boletos recogidos iban desde las 7am hasta las 9am, haciendo la tarea de calcular la hora una actividad totalmente inexacta, ¡si tan solo hubiese estado despejado y la calculadora funcionase!
El malestar general estallo cuando se encontraron con que algunos transeúntes coleccionaban boletos, entonces la franja de 7am a 9am se extendió prácticamente hasta las 5pm, es de esperar que en estas condiciones también se pierda la cuenta de que día del mes se está.
Por lo cual, todo era un gran lío, las señoras ya no sabían cada cuanto debían tomar sus pastillas, a estas alturas, "cada dos horas" daba lo mismo que "cada dos días". En ese momento la señora de las pastillas le grito al físico/matemático "¿y vos como querías calcular la sombra del tacho de basura si está nublado?" a lo que otro, tal vez el conductor del tren agrego "¿Pero a quién se le puede ocurrir tal estupidez?", "Bueno –terció el físico/matemático–, al menos propuse algo, no los veo a ustedes más que quejarse y quejarse".
La cosa se iba poniendo cada vez peor, un grupo de infantes comenzó a llorar y sus madres no sabían si necesitaban un cambio de pañal o si querían la teta, ninguna de ellas sabía cuánto tiempo había pasado desde la última vez que los habían amamantado. En un intento de desesperación algunas se rasgaron el escote y todo se volvió más confuso aun, algunos bebés seguían llorando más fuerte y otros empezaron a amamantar en una clara muestra de como el orden biológico se impone frente a la cronología. Este episodio condujo inexorablemente a que algunas madres ya no supiesen si el infante al que estaban amamantando realmente era su hijo o era el hijo de la que estaba al lado. Pero cuando se dieron cuenta ya sería demasiado cruel destetar a un niño en plena alimentación.
En la batalla campal que se había vuelto la estación de Lacroze aquella mañana o tarde (¿quién podría saberlo?) volaban boletos de tren viejos y nuevos, corpiños, la calculadora sin energía y algunos maletines rojos.
En ese instante otro grupo se abalanzo frente al puesto de diarios, pensando que tal vez alguna revista o periódico pudiese esclarecer, al menos, la fecha. El dueño se defendió como pudo, pero la avalancha logró derribar el quiosquito que terminó impactando contra la calle dando como resultado una lluvia de diarios y revistas que se sumaba a los corpiños y a los boletos. Para peor, la calle estaba prácticamente tomada por la gente que se agolpaba alrededor de la estación, era un hormiguero que solo podía ser distinguido por sectores, los que estaban cerca del "quiosquito derribado", los que estaban más cerca del "Imperio de la Pizza", los que estaban rodeando al "auto azul" y así...
En el tumulto alguien con un corpiño en la cabeza grito: "¡Ya sé! ¿porqué no nos fijamos en los celulares?" pero la propuesta fue rechazada rotundamente, después del fiasco de la calculadora, fiasco del cual ya todos estaban enterados, difícilmente podrían creer en otro objeto tecnológico. Habiendo escuchado esto los del sector "auto azul" comenzaron a tirarle sus celulares que retumbaban contra el chapón del quiosquito derribado.
De pronto, ya nada tenía sentido, la fecha de caducidad de los alimentos, ¿quién podría afirmar si un alimento se había vencido hace dos horas o tres días?, las noticias de los diarios, los del "quiosquito derribado" comenzaron a leerles a los demás sectores noticias que bien podrían haber pasado hace dos semanas, pero que siempre eran recibidas como una novedad y así, los demás sectores se iban pasando la información uno a uno. Desde arriba podía verse que el gusano ondeante de gente llegaba hasta Álvarez Thomas.
A todo esto, saber la hora era un problema insignificante frente a lo que estaba sucediendo: el sector "Imperio de la Pizza" había pasado de ser un sector a ser un lugar estratégico: se había transformado en un fortín fuertemente custodiado, pues era el sector de la comida. Lamentablemente no eran tan buenos como los del "quiosquito derribado" que regalaban las noticias a quien quisiera oírlas. La comida se distribuía de forma gratuita pero siempre controlada por sus comandantes; la comida (podrida o no) era limitada, mientras que la información gozaba de una cómoda posición: no respondía a un régimen cuantitativo. Es por esto que todos, mal que mal, entendían y aceptaban que el ahora flamante general del Imperio manejara las provisiones.
Algunas personas quisieron entrar en la estación para escapar en algún tren que estuviese próximo a salir, no fue muy grata su sorpresa cuando se enteraron de que los trenes habían devenido en una suerte de hotel para pasar la noche y, tal como paso con el Imperio, un grupo lo había tomado y cobraba una módica suma para acceder a un asiento y otro tanto para tener el privilegio de dos.
Al contrario de lo que parecía, las cosas se fueron acomodando de a poco, tal como el ajedrez, mientras avanzan las jugadas cada movimiento es más calmo y pensado, buscando el equilibrio.
Por lo demás, se cuentan muchas cosas, se cuenta que la chica del trébol se fue con el piropeador solitario, algunos dicen que puede verse al del maletín rojo pateando las calles buscando a aquel que le gusto el maletín rojo, otros dicen que los del auto azul inventaron un nuevo idioma similar al código morse para atacar en la completa oscuridad sin poder ser descubiertos y que ahora viven en el cementerio, se dice también que los de Lacroze unieron fuerzas con el Imperio y que juntos planean un ataque para sacarle territorio a los de Álvarez Thomas, se cuenta también que el físico/matemático por fin encontró un hilo de sol para calcular, con una matemática basada en letras, la hora, pero viendo los desafíos que se avecinaban, realmente a nadie le importaba demasiado si llegaban tarde al trabajo o a una cita...

martes, 23 de octubre de 2012

Turismo, ad hoc



Se dice que el Turismo es una industria y, en efecto, quienes afirman esto no están equivocados. Se esta equivocado –hay que decirlo– en considerar que con eso alcanza para definir dicha actividad.
El mito del turismo como lo conocemos hoy viene macerándose desde el siglo XIX, luego de la revolución industrial (cuando no). Hoy podríamos decir que, de alguna manera, se ha socializado esta práctica. De un tiempo a esta parte (y como sucede con casi todas las prácticas burguesas) ha ido bajando hacia la plebe, entonces, ahora, cualquiera puede irse dos semanas a las Toninas o, para ser justos con este ensayo, hacer turismo en el interior de nuestro país o fuera de él.
Ahora bien, de este mito forman parte no solamente el usuario (turista) y el lugar elegido sino que, dentro de esta actividad, se encuentran inmiscuidos los medios de comunicación, las agencias de viajes y, en mayor medida, los mismos estados que han adoptado al turismo como una industria válida y, en muchos casos, como su principal fuente de ingresos.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Poeta

De tanto fabricar mensajes
en botellas vacías
y consumar palabras
al pie de la hojarasca.

De tanto celebrar
la transparencia de las cosas
y la sensibilidad
a punta de lápiz.

De tanto anochecer
en los pasillos de mi cuerpo
y tanta sangre de ideas.

Entre tanto laberinto
no supe ver aquel árbol
aquel árbol solitario
que es la poesía.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Declaración de finales

No daría la vida por vos, no...
En cambio, sí te daría la muerte.
Que los otros te den la vida en algún que otro poema,
yo no,
yo te doy la muerte: el momento más privado,
más intenso y revelador que tengo (que cada uno tiene).

Que otros te den la vida,
llena de horas
               y dias
                   y años,

yo te doy la muerte,
que dura un segundo,
mi segundo.

Parientes III

Cuenta la historia que de tanto ir al cabaret el señor Leopoldo Rigor se termino casando con una prostituta.
Podemos intuir que el matrimonio fue un éxito, dada la frecuente, casi fraternal, similitud entre las/os hijas/os de puta y las/os hijas/os de L. Rigor.

12.40 am

Hablablas y no entiendo,
      pero sonreís
      y los jajarandas se sonrojan,
      se entrejejen las palabras,
      casi jijiempre es así...
      y yo, yo me siento más jojoven,
      como en un jujuento.